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Zombies, monarquía y redención

“The Walking Dead: Daryl Dixon” cerró su tercera temporada con emoción, simbolismo y el futuro del universo zombie en España

El capítulo final, “Solaz del Mar”, combinó acción, tragedia y metáforas políticas. Con la caída de la monarquía española y el regreso de viejos personajes, la serie consolidó una de las etapas más potentes de su universo, dejando abierta la puerta a una cuarta temporada cargada de misterios.

La tercera temporada de The Walking Dead: Daryl Dixon culminó con uno de los cierres más emotivos del universo de los muertos vivientes. En el episodio final, Daryl (Norman Reedus) y Carol (Melissa McBride) observan cómo el barco que debía llevarlos de regreso a Estados Unidos arde en el mar, acompañados por una versión en castellano de “Hurt” de Johnny Cash. Una despedida simbólica que refleja la imposibilidad de volver al pasado y la necesidad de encontrar un nuevo propósito.

Durante el episodio, Daryl y Paz (Alexandra Masangkay) rescatan a Justina (Candela Saitta) y Elena (Greta Fernández) del Alcázar, una reinterpretación visual de la Alhambra, mientras enfrentan a una monarquía española decadente, que utiliza a los caminantes (o “huecos”) como espectáculo de poder y entretenimiento, una crítica directa al abuso y la deshumanización.

El caos estalla cuando Fede (Óscar Jaenada) tortura públicamente a Antonio (Eduardo Noriega) en Solaz del Mar, hasta que Carol interviene para salvarlo. Sin embargo, Fede escapa, sabotea la embarcación y provoca la tragedia final que obliga a los protagonistas a quedarse varados en tierra, sellando un desenlace agridulce y lleno de lecturas simbólicas sobre el poder, la violencia y la redención.

A nivel narrativo, la temporada introdujo elementos políticos y sociales inéditos en la franquicia: desde la caída de la monarquía hasta la irrupción de los “primitivos”, una tribu salvaje que promete ser la nueva amenaza en la cuarta temporada. También se anticipa el retorno de Codron (Romain Levi), amigo de Daryl, y posibles guiños al hermano de Rick Grimes, que habría estado en Barcelona al inicio de la pandemia, abriendo la posibilidad de un esperado reencuentro.

Entre las tramas más humanas, destacó el acercamiento entre Carol y Antonio, cuyo pasado ligado a los grupos separatistas vascos fue clave para comprender los conflictos de culpa, fe y redención. “Su historia funciona como un espejo de los errores del viejo mundo”, apunta la crítica, anticipando que su vínculo amoroso podría desarrollarse más en la próxima entrega.

Las pesadillas de Daryl completaron el retrato emocional del personaje. En flashbacks recurrentes, el cazador revivía su infancia junto a su hermano Merle (Michael Rooker), explorando el trauma, la culpa y la necesidad de ayudar a los demás como forma de sanar.
Este cierre, entre el fuego y la memoria, reafirma el arco más maduro de Daryl Dixon: de un hombre marcado por la violencia a un líder que encuentra sentido en la empatía.

 

Con una fotografía impecable, ambientación española y un guion cargado de metáforas, Daryl Dixon consolidó una temporada que muchos críticos califican como “una joya televisiva dentro del apocalipsis”.

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